L'any 2002 quatre romàntics vàrem fundar el Club d'Escacs l'Estany. Aquest any hem pujat de categoria, segona territorial de Barcelona. L'objectiu però és fomentar els escacs a la canalla, ells han de ser els protagonistes.
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El genio roto. Pilar Rahola, La Vanguardia 20.01.08

Al final de su vida, fue un muñeco roto, un escupitajo en la diana del sentido común, un espantajo. Lo pasearon por las radios sin escrúpulos, para que lanzara al mundo su paranoia antisemita - él, que mamó de una madre judía, Regina, de origen suizo-, pidiera la destrucción de su propio país y alabara a Bin Laden. Lo exhibieron como si fuera un monstruo de feria, casi sin alma, pero con una notable biografía - un payaso de lujo- y así, como si fuera una venganza del imperio de la mediocridad, mostraron al mundo que un genio del ajedrez se había convertido en una triste y patética caricatura.
En la DZSR Sports Radio, una emisora de Manila, le regalaron horas de radio para emitir sus clásicos del rhythm and blues - quizás lo único que le daba paz, en los tiempos de las tinieblas- y en compensación le exigían entrevistas para dar rienda suelta a sus demonios. "Son maravillosas noticias", aseguró desde esa misma radio, horas después de que más de tres mil personas murieran en los atentados del 11-S. De su pueblo judío, decía que era "sucio, mentiroso y bastardo", que el holocausto había sido un invento y que los judíos practicaban asesinatos masivos de niños cristianos. En su paranoia, incluso culpaba a William Rosenberg (el fundador de Dunkin´s Donuts), de inventar la comida chatarra, para aniquilar al mundo. Era tal su destrucción mental, que acabó sus días en Islandia, convencido de que las "ratas judías y comunistas" habían maquinado una conspiración para asesinarlo. Cuando, en noviembre pasado, fue ingresado en el Landspitali, el hospital de la Universidad de Reikiavik, con signos de grave paranoia, muchos intuyeron que sus días llegaban al final. Finalmente ha muerto, y para todos los que admiramos su extraordinaria genialidad, iluminando de belleza los tableros de ajedrez del mundo, su muerte otorga finalmente algo de paz a su torturada biografía. Bobby Fischer fue algo más que un niño prodigio, mucho más que un gran campeón de ajedrez, e incluso aún más que uno de los grandes deportistas del siglo XX. Además, y sobre todo, fue un malabarista de jugadas imposibles, un artista daliniano del tablero, un poeta del ajedrez. En definitiva, un genio. Un genio que llegó, incluso, a inventar el reloj digital Fischer, que aún se usa en muchos campeonatos. O que lanzó su Fischer Random Chess, una propuesta de renovación del ajedrez, donde las piezas mayores se sitúan en posiciones aleatorias, en la fila de salida, siguiendo algunas reglas sobre enroque y alfiles. Existen casi 1.000 posibles posiciones de salida, lo cual rompe todo el conocimiento clásico de las aperturas. Por supuesto, siempre le acompañó la polémica, hasta el punto de que el famoso partido del siglo, contra Spassky, se llegó a jugar, después de diversas espantadas de Fischer, gracias a la intervención del ruso Petrosian - que se enfrentó a su propio país, para que no lo descalificaran-, y a la mismísima presión de Henry Kissinger. Spassky, como recuerda el mito, llegó rodeado de asesores. A Fischer solo lo acompañaron sus obsesiones - ya notables en aquella época- y su genialidad. Ganaría el mejor de 24 partidas y, como recuerda el documental En busca de Bobby Fischer, "en la jugada número cuarenta de la vigésima primera partida contraatacó el alfil a rey 6 de Spassky con un peón a torre 4. Y le derrotó". Antes, se había permitido el lujo de no presentarse a alguna partida. Después de aquel hito, sencillamente desapareció. Para los amantes del ajedrez - entre los que me cuento, desde mi condición de limitada y esforzada aprendiz-, Fischer fue una auténtica fuente de pasión. Recuerdo haber pasado horas enteras de mi adolescencia intentando descifrar sus jugadas, o repasando el match contra Spassky, para atisbar algo de su tremenda genialidad. Por supuesto, intento fallido. Fischer estaba por encima del propio juego del ajedrez, y por encima de los simples mortales. "Luces brillantes te encontrarán y jugarán contigo. Déjame decirte: millones te mirarán. Ten piedad, cuando desciendas". La voz rota del rhythm and blues de Jackie Wilson, cantada a dueto con un campeón de ajedrez. En sus últimos días, quizás su única compañía…